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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Aliento

Alentar significa dar vigor. Mantener vivo un sentimiento.
Asocio directamente esta palabra con los maestros, quienes tienen la misión de alentar. Claro que no todos cumplen con esta tarea ni tampoco es primordial para el gremio.
Yo encontré un lugar dentro del grupo de alentadores. Porque mas que maestra me considero alentadora profesional.
Hay amigos y familiares que tienen el vicio de desalentarte, está lleno este mundo de desalentadores. Algunos lo hacen sin saberlo, algunos meditan el modo de cumplir su objetivo.
Otros te desalientan tan solo con mirarte. O te llega el viento al conocer sus modos, sus reacciones, casas, canciones, comidas y pueden tirarte fácilmente a la nada misma. Al desaliento.
También están los opuestos, los súper alentadores.
La memoria, participa del juego.
Puedo recordar perfectamente la sensación al regresar del primer concierto (para mí) de Charly García. La emoción era inmensa, no entendía que me pasaba y ahora, tomando distancia pero queriendo reservar esa “sensación” para la perpetuidad, me doy cuenta claramente que fue aliento puro.
Ya no sería la misma después de escuchar semejante música. ¡Y aún tenía que resistir toda la escuela secundaria!
Yo soy fan de Charly, no puedo ocultarlo. Su música me acerca a mi infancia, es la banda sonora de mi vida.
Charly García visitó el oeste en varias oportunidades y pude verlo dos veces. El concierto memorable del que hablo fue en un cine de floresta sobre la avenida Rivadavia. Muchos años después lo vi a Spinetta en este mismo lugar.
No es que tuviera ganas de ser Charly, no hablo de ese tipo de aliento, quería hacer mi canción pero esa fuerza venía desde él. Un guiño a la confianza-que claramente- no tenía.
También los conciertos de El amor después del amor fueron increíbles y pertenecen a la misma época. Ir hasta el centro ya era toda una aventura y no recuerdo si pedíamos permiso en casa para asistir...lo tengo completamente borrado.
También vi ese show en el Club de Morón y desde la puerta escuché la prueba de sonido. Repetían mil veces el riff de “Trafico por Katmandú”.
Mis maestros, Eduardo Percossi y Claudio Schulkin tienen un puesto primordial en mi Top de alentadores y Villavicencio es el number one. Lo es desde antes de conocerlo en persona. Y Luz de la noche es eso, aliento mutuo y amor a la música.
Para cada persona es distinto. Algunos no necesitan del aliento ajeno, tienen su propio reservorio, y tampoco pueden alentar y no está nada mal.
También hay historias que desalientan tus propios proyectos, quizá porque son muy tristes o despiertan miedos desconocidos. Y otras vidas que te brindan un vigor único.
Si todos tuviéramos una familia alentadora ¿no conseguiríamos nuestros sueños? ¿O todo lo contrario? ¿Nos puede perjudicar el exceso de empuje?
Tampoco quiero caer en ese sentimiento Yanqui indescriptible y digno de programas tales como Extreme Makeover. El ¡tu puedes hacerlo! ¡Come on! Que más que aliento suena a vacío, a falsedad. Aunque ellos se la crean.

Hace unos años conocí a “El Perro” en una calle de Ituzaingo bien temprano por la mañana.
El Perro es el genial Raúl Perrone, otro alentador en mi lista, primordial también.
Ha difundido mi obra incluyendo canciones en películas y compartiéndolas con su entorno. Mueve mágicas energías.
El es el independiente y así vive. Su coherencia es inquebrantable. Su cine es personal, fuerte.
Tiene un taller de cine en su barrio y junto a sus alumnos hicieron los videos de “Luz de la noche” que hace unos días colgué en la Web en:
http://www.youtube.com/user/PerroneLuzdelanoche
Perro querido: para mi es aliento puro este proyecto. Ver lo que otros, miradas que alientan el corazón y oídos que abren los ojos.
Un profundo dialogo entre alentadores. Una cuestión personal.

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