Finalmente llegó el día. La invitación me la hicieron hace un par de meses pero como suele pasar no la tuve presente hasta esta mañana.
Si bien conozco el “Borda” y estuve ahí muchas veces jamás había pisado el “Moyano”.
La excusa: un programa de radio.
Asistí con cierto temor. Temor de estar en contacto con la infinita tristeza, con la más profunda soledad.
Me esperaron en la puerta, yo les pedí. Intento trabajar sobre mis esquemas y pedir es algo desconocido para mí. Me cuesta y me duele pero necesito entender lo que hay detrás del pedido.
El día, soleado y fresquito acompañó la visita. Hizo que todo fuera más fácil, más simple y cálido o todo junto.
Al llegar estaba todo dispuesto. Una mesa con internas que harían la locución, dos coordinadoras y un operador.
Una chica me preguntó si yo cantaba con el corazón, si podía sentir mi canto. Me aclaró que no le importaba el género, que solo interesaba el corazón. Su nombre es Luz.
El comienzo del programa giró alrededor del año de mi nacimiento y hubo aplauso cuando se recordó que ahora vivimos en democracia y que, cuando yo nací, gobernaba la junta militar.
Me hicieron preguntas muy lindas y profundas que quebraron la distancia.
También leyeron sus haikus y varias de ellas cantaron canciones. Cantaron con emoción.
Luz, la interna más joven, cantó 2 piezas de su autoría y quedé impactada por la profundidad de sus letras. La primera hablaba sobre las estrellas y la segunda contaba los momentos de la luna. Me llegó su canto, me tocó su luz.
El sábado pasado presentamos el disco en el Club Atlético Fernández Fierro.
Fue una noche muy especial para mí. La banda, genial. En un momento de silencio y antes de presentar a los músicos dije a modo de confesión: si pienso que estoy tocando con Mono Fontana me pongo a llorar y era de verdad. También recordé lo que mis amigos de adolescencia decían sobre Facundo Guevara-toca mirando el cielo- y esa frase me transportó a mí misma, chica y con ganas de componer y de aprender. Mintcho, el bajista, me sorprendió y generó ese juego fundamental para llevar adelante un concierto, eso inexplicable.
La música fue la protagonista y eso es la alegría para mí.
Los días llegan, se acercan y se van.
Llegó el día del CAFF. Llegó el día de tocar con Mono Fontana, Facu Guevara y Mintcho.
Llegó el día de ir al hospital Moyano y vivir una experiencia de lo más amorosa en años. Recibir tanta luz dentro de una idea de oscuridad fue increíble.
Alguien lleva la luz, deja luz y enciende el día o la noche. Intentamos armar la vida, -construir el progreso -como me dijo una señora del Moyano y aquí estoy, en casa, otra vez leyendo el mismo libro que leí ayer pero con la batería recargada y el corazón inflado. Dejando que entre el sol por la ventana.
martes, 8 de noviembre de 2011
sábado, 22 de octubre de 2011
Montevideo
Viajé a Montevideo a tocar, ahí parte la historia. Esta hermosa ciudad, detenida en el tiempo y llena de sonidos increíbles me brindó un lugar para hacer sonar mis canciones.
El concierto fue lindo, emotivo y solitario.
El avión hacia el destino salió tarde pero apuró el paso y en vez de tardar una hora demoró solo 25 minutos. Eso fue algo que no entendí, mi entendimiento sobre aviones es cero, solo se volar con la mente.
Tomé un colectivo que me acercaba a la ciudad y me bajé donde me dijo el chofer. Quizá bien, quizá mal…
Preguntando quise llegar al hotel y nadie supo indicarme con seguridad para donde quedaba la calle “Bartolomé Mitre” y cansada ya de caminar bajo el sol, con guitarra y mochila al hombro recordé que Fernando Cabrera compuso una gran canción a este hotel y la tituló “Palacio”.
La música, como siempre, te salva. Y seguí el camino que marcò la poesía. Calle Mitre, la emboscada de Rincón, la batalla Sarandí, policía vieja. Las indicaciones eran exactas.
Así llegué, enamorada del método y agradecida una vez más con este genial compositor que me guió al destino, mi cuerpo ya no podía continuar esforzándose.
La letra presenta imágenes que te desarman “una reunión de roncadores, un congreso soñador. Hotel de camas con gemidos y un amor en ascensor”.
Me encantó tocar en Somos sonido y regresar a este hotel. Me sentí abrazada por la canción y por este país tan musical e incierto para mí.
Este ha sido un viaje a la soledad. Lejanía e indiferencia, personas que no saben amar, que cargan con esa “Cruz” y yo, abriéndome paso con guitarra y bebé dentro de mí que crece día a día. Viviendo feliz el comienzo de la vida y el final de las cosas que ya no quiero más.
El concierto fue lindo, emotivo y solitario.
El avión hacia el destino salió tarde pero apuró el paso y en vez de tardar una hora demoró solo 25 minutos. Eso fue algo que no entendí, mi entendimiento sobre aviones es cero, solo se volar con la mente.
Tomé un colectivo que me acercaba a la ciudad y me bajé donde me dijo el chofer. Quizá bien, quizá mal…
Preguntando quise llegar al hotel y nadie supo indicarme con seguridad para donde quedaba la calle “Bartolomé Mitre” y cansada ya de caminar bajo el sol, con guitarra y mochila al hombro recordé que Fernando Cabrera compuso una gran canción a este hotel y la tituló “Palacio”.
La música, como siempre, te salva. Y seguí el camino que marcò la poesía. Calle Mitre, la emboscada de Rincón, la batalla Sarandí, policía vieja. Las indicaciones eran exactas.
Así llegué, enamorada del método y agradecida una vez más con este genial compositor que me guió al destino, mi cuerpo ya no podía continuar esforzándose.
La letra presenta imágenes que te desarman “una reunión de roncadores, un congreso soñador. Hotel de camas con gemidos y un amor en ascensor”.
Me encantó tocar en Somos sonido y regresar a este hotel. Me sentí abrazada por la canción y por este país tan musical e incierto para mí.
Este ha sido un viaje a la soledad. Lejanía e indiferencia, personas que no saben amar, que cargan con esa “Cruz” y yo, abriéndome paso con guitarra y bebé dentro de mí que crece día a día. Viviendo feliz el comienzo de la vida y el final de las cosas que ya no quiero más.
domingo, 2 de octubre de 2011
Hielo
Regresando de Ushuaia me encontré con la mujer de hielo.
Hacía años que no la veía y su voz me llegó a lo más profundo.
Tenía ganas de bañarme en vinagre al regresar a casa pero no lo hice. Me atacó la superstición que desde hace un tiempo camina a mi lado.
Antes, para mí, superstición era solo una canción de Pescado Rabioso. Una gran pieza de rock. ¡Esos acordes de guitarra! y la banda, poderosa. Todo el disco es infernal.
Ahora superstición es algo presente y a tener en cuenta permanentemente. Luz y sombra.
Una persona me dijo ayer que ser supersticioso es “un comienzo” ¿un comienzo de qué?
Los encuentros inesperados movilizan, contentan o molestan.
El año pasado caminando por una callecita de Montevideo, pensativa y triste me asaltó el sonido de unas ruedas girando la esquina. Un auto viejo y exótico llamó mi atención y desde la ventana gritaron mi nombre. Detuve el paso y salieron de ese carro un par de amigos con una energía arrolladora. Fue linda sorpresa.
Pero cuando estás en un avión de vuelo doméstico y dos asientos mas allá está sentado el bloque de hielo más grande jamás visto todo cambia.
Estoy hablando de una mujer extraña, indescifrable.
La Patagonia no la asusta, pensé, el frío que tiene ya es inquebrantable y no existe uno mayor. El frío del corazón.
Conocí a esta persona en mi infancia y siempre me llamaron la atención sus comentarios y actitudes.
Ayer no me quedó otra que saludar y conversar. Ella, por supuesto, quería incomodar con el silencio y con sus frases poco inspiradas llenas de psicología barata.
¿Qué le pasará dentro? ¿Nació sin corazón y nadie lo notó?
Me imagino su partida de nacimiento que dice en letra borroneada-persona sin rastros de corazón o alma- origen desconocido-
Es verdad que no hay que darle lugar a estos seres pero para mí es imposible, estoy presa de la superstición.
Me ataca la pregunta… ¿Por qué la encontré aquí en el fin del mundo?
Cuando me di vuelta para atravesar la puerta y correr hacia un taxi sentí en la espalda su mirada letal. Como en la mancha venenosa, ella me manchó con la mirada, la violencia y la indiferencia. Ahora tengo que olvidarme y dormir.
Mañana será otro día y no more hielo.
Hacía años que no la veía y su voz me llegó a lo más profundo.
Tenía ganas de bañarme en vinagre al regresar a casa pero no lo hice. Me atacó la superstición que desde hace un tiempo camina a mi lado.
Antes, para mí, superstición era solo una canción de Pescado Rabioso. Una gran pieza de rock. ¡Esos acordes de guitarra! y la banda, poderosa. Todo el disco es infernal.
Ahora superstición es algo presente y a tener en cuenta permanentemente. Luz y sombra.
Una persona me dijo ayer que ser supersticioso es “un comienzo” ¿un comienzo de qué?
Los encuentros inesperados movilizan, contentan o molestan.
El año pasado caminando por una callecita de Montevideo, pensativa y triste me asaltó el sonido de unas ruedas girando la esquina. Un auto viejo y exótico llamó mi atención y desde la ventana gritaron mi nombre. Detuve el paso y salieron de ese carro un par de amigos con una energía arrolladora. Fue linda sorpresa.
Pero cuando estás en un avión de vuelo doméstico y dos asientos mas allá está sentado el bloque de hielo más grande jamás visto todo cambia.
Estoy hablando de una mujer extraña, indescifrable.
La Patagonia no la asusta, pensé, el frío que tiene ya es inquebrantable y no existe uno mayor. El frío del corazón.
Conocí a esta persona en mi infancia y siempre me llamaron la atención sus comentarios y actitudes.
Ayer no me quedó otra que saludar y conversar. Ella, por supuesto, quería incomodar con el silencio y con sus frases poco inspiradas llenas de psicología barata.
¿Qué le pasará dentro? ¿Nació sin corazón y nadie lo notó?
Me imagino su partida de nacimiento que dice en letra borroneada-persona sin rastros de corazón o alma- origen desconocido-
Es verdad que no hay que darle lugar a estos seres pero para mí es imposible, estoy presa de la superstición.
Me ataca la pregunta… ¿Por qué la encontré aquí en el fin del mundo?
Cuando me di vuelta para atravesar la puerta y correr hacia un taxi sentí en la espalda su mirada letal. Como en la mancha venenosa, ella me manchó con la mirada, la violencia y la indiferencia. Ahora tengo que olvidarme y dormir.
Mañana será otro día y no more hielo.
lunes, 19 de septiembre de 2011
Fin del mundo
A veces nos toca ingresar a otro mundo. Quizás por casualidad, quizás estamos buscando un sacudón.
Ahora estoy-literalmente-en otro mundo. Desde la ventana el paisaje es increíble y es todo un descubrimiento para mí.
Frío, nieve, dinero. Centro de ski cerca del sky.
No comprendo los códigos ni sé como desenvolverme en la nieve.
Hace 3 días que llegué al fin del mundo, una frase que parece resumirlo todo. Es como un "yo soy así y no puedo cambiar".Una afirmación maldita.
Y como suele sucederme, me siento más cerca que nunca. Cerca del hoy, cerca de mí.
Muchas veces decimos o pensamos "esto es el fin del mundo" y me sentí ahí, sin moverme de mi casa.
Desperté con un fuerte dolor de cabeza y el sol en la nuca provoca un sin cesar de palpitaciones raras en mi sien.
Ushuaia es una bella ciudad con montañas y todo lo demás. Estoy muy contenta de visitarla, de tener esta oportunidad.
Aquí la naturaleza es imponente, se te viene encima.
Hace unos meses, en Hokkaido, mi amiga Mio (cantante japonesa) quería convencerme de ir a un baño público. Ella practica el deporte del convencimiento y del no sufrimiento también. Sin pensarlo demasiado, le dije que no podría hacerlo, que tenía una timidez elevada. Ella me respondió-naturaleza es más grande que vergüenza-
La sabiduría oriental suele dejarte sin palabras.
Hoy, esa enseñanza cobra un valor gigante. Es así, nada tengo que hacer en este lugar pero la naturaleza es más que todo. Me entrego y me siento frente al plato de comida más caro de mi vida. Luego leeré y regresaré a la ciudad en trasporte regular.
Dentro de este restaurant suena una música. Sin ánimo de mostrar maldad deben elegir lo peor posible, quizá como castigo.
Por momentos pienso: no hay modo que vibren en la misma tonalidad visitantes y paisaje. Notas naturales y notas alteradas intentando convivir. Un silencioso combate entre negras y blancas.
Tal vez todos estamos de más. Tengo que pensarlo bien y ya no puedo seguir escribiendo. La montaña me llama y la nieve me recuerda a la propia, a la que debo sacar de mi corazón.
Compraré una pala y comenzaré el trabajo. Se acerca la primavera, el sol me dará una mano. Es natural.
Ahora estoy-literalmente-en otro mundo. Desde la ventana el paisaje es increíble y es todo un descubrimiento para mí.
Frío, nieve, dinero. Centro de ski cerca del sky.
No comprendo los códigos ni sé como desenvolverme en la nieve.
Hace 3 días que llegué al fin del mundo, una frase que parece resumirlo todo. Es como un "yo soy así y no puedo cambiar".Una afirmación maldita.
Y como suele sucederme, me siento más cerca que nunca. Cerca del hoy, cerca de mí.
Muchas veces decimos o pensamos "esto es el fin del mundo" y me sentí ahí, sin moverme de mi casa.
Desperté con un fuerte dolor de cabeza y el sol en la nuca provoca un sin cesar de palpitaciones raras en mi sien.
Ushuaia es una bella ciudad con montañas y todo lo demás. Estoy muy contenta de visitarla, de tener esta oportunidad.
Aquí la naturaleza es imponente, se te viene encima.
Hace unos meses, en Hokkaido, mi amiga Mio (cantante japonesa) quería convencerme de ir a un baño público. Ella practica el deporte del convencimiento y del no sufrimiento también. Sin pensarlo demasiado, le dije que no podría hacerlo, que tenía una timidez elevada. Ella me respondió-naturaleza es más grande que vergüenza-
La sabiduría oriental suele dejarte sin palabras.
Hoy, esa enseñanza cobra un valor gigante. Es así, nada tengo que hacer en este lugar pero la naturaleza es más que todo. Me entrego y me siento frente al plato de comida más caro de mi vida. Luego leeré y regresaré a la ciudad en trasporte regular.
Dentro de este restaurant suena una música. Sin ánimo de mostrar maldad deben elegir lo peor posible, quizá como castigo.
Por momentos pienso: no hay modo que vibren en la misma tonalidad visitantes y paisaje. Notas naturales y notas alteradas intentando convivir. Un silencioso combate entre negras y blancas.
Tal vez todos estamos de más. Tengo que pensarlo bien y ya no puedo seguir escribiendo. La montaña me llama y la nieve me recuerda a la propia, a la que debo sacar de mi corazón.
Compraré una pala y comenzaré el trabajo. Se acerca la primavera, el sol me dará una mano. Es natural.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Aliento
Alentar significa dar vigor. Mantener vivo un sentimiento.
Asocio directamente esta palabra con los maestros, quienes tienen la misión de alentar. Claro que no todos cumplen con esta tarea ni tampoco es primordial para el gremio.
Yo encontré un lugar dentro del grupo de alentadores. Porque mas que maestra me considero alentadora profesional.
Hay amigos y familiares que tienen el vicio de desalentarte, está lleno este mundo de desalentadores. Algunos lo hacen sin saberlo, algunos meditan el modo de cumplir su objetivo.
Otros te desalientan tan solo con mirarte. O te llega el viento al conocer sus modos, sus reacciones, casas, canciones, comidas y pueden tirarte fácilmente a la nada misma. Al desaliento.
También están los opuestos, los súper alentadores.
La memoria, participa del juego.
Puedo recordar perfectamente la sensación al regresar del primer concierto (para mí) de Charly García. La emoción era inmensa, no entendía que me pasaba y ahora, tomando distancia pero queriendo reservar esa “sensación” para la perpetuidad, me doy cuenta claramente que fue aliento puro.
Ya no sería la misma después de escuchar semejante música. ¡Y aún tenía que resistir toda la escuela secundaria!
Yo soy fan de Charly, no puedo ocultarlo. Su música me acerca a mi infancia, es la banda sonora de mi vida.
Charly García visitó el oeste en varias oportunidades y pude verlo dos veces. El concierto memorable del que hablo fue en un cine de floresta sobre la avenida Rivadavia. Muchos años después lo vi a Spinetta en este mismo lugar.
No es que tuviera ganas de ser Charly, no hablo de ese tipo de aliento, quería hacer mi canción pero esa fuerza venía desde él. Un guiño a la confianza-que claramente- no tenía.
También los conciertos de El amor después del amor fueron increíbles y pertenecen a la misma época. Ir hasta el centro ya era toda una aventura y no recuerdo si pedíamos permiso en casa para asistir...lo tengo completamente borrado.
También vi ese show en el Club de Morón y desde la puerta escuché la prueba de sonido. Repetían mil veces el riff de “Trafico por Katmandú”.
Mis maestros, Eduardo Percossi y Claudio Schulkin tienen un puesto primordial en mi Top de alentadores y Villavicencio es el number one. Lo es desde antes de conocerlo en persona. Y Luz de la noche es eso, aliento mutuo y amor a la música.
Para cada persona es distinto. Algunos no necesitan del aliento ajeno, tienen su propio reservorio, y tampoco pueden alentar y no está nada mal.
También hay historias que desalientan tus propios proyectos, quizá porque son muy tristes o despiertan miedos desconocidos. Y otras vidas que te brindan un vigor único.
Si todos tuviéramos una familia alentadora ¿no conseguiríamos nuestros sueños? ¿O todo lo contrario? ¿Nos puede perjudicar el exceso de empuje?
Tampoco quiero caer en ese sentimiento Yanqui indescriptible y digno de programas tales como Extreme Makeover. El ¡tu puedes hacerlo! ¡Come on! Que más que aliento suena a vacío, a falsedad. Aunque ellos se la crean.
Hace unos años conocí a “El Perro” en una calle de Ituzaingo bien temprano por la mañana.
El Perro es el genial Raúl Perrone, otro alentador en mi lista, primordial también.
Ha difundido mi obra incluyendo canciones en películas y compartiéndolas con su entorno. Mueve mágicas energías.
El es el independiente y así vive. Su coherencia es inquebrantable. Su cine es personal, fuerte.
Tiene un taller de cine en su barrio y junto a sus alumnos hicieron los videos de “Luz de la noche” que hace unos días colgué en la Web en:
http://www.youtube.com/user/PerroneLuzdelanoche
Perro querido: para mi es aliento puro este proyecto. Ver lo que otros, miradas que alientan el corazón y oídos que abren los ojos.
Un profundo dialogo entre alentadores. Una cuestión personal.
Asocio directamente esta palabra con los maestros, quienes tienen la misión de alentar. Claro que no todos cumplen con esta tarea ni tampoco es primordial para el gremio.
Yo encontré un lugar dentro del grupo de alentadores. Porque mas que maestra me considero alentadora profesional.
Hay amigos y familiares que tienen el vicio de desalentarte, está lleno este mundo de desalentadores. Algunos lo hacen sin saberlo, algunos meditan el modo de cumplir su objetivo.
Otros te desalientan tan solo con mirarte. O te llega el viento al conocer sus modos, sus reacciones, casas, canciones, comidas y pueden tirarte fácilmente a la nada misma. Al desaliento.
También están los opuestos, los súper alentadores.
La memoria, participa del juego.
Puedo recordar perfectamente la sensación al regresar del primer concierto (para mí) de Charly García. La emoción era inmensa, no entendía que me pasaba y ahora, tomando distancia pero queriendo reservar esa “sensación” para la perpetuidad, me doy cuenta claramente que fue aliento puro.
Ya no sería la misma después de escuchar semejante música. ¡Y aún tenía que resistir toda la escuela secundaria!
Yo soy fan de Charly, no puedo ocultarlo. Su música me acerca a mi infancia, es la banda sonora de mi vida.
Charly García visitó el oeste en varias oportunidades y pude verlo dos veces. El concierto memorable del que hablo fue en un cine de floresta sobre la avenida Rivadavia. Muchos años después lo vi a Spinetta en este mismo lugar.
No es que tuviera ganas de ser Charly, no hablo de ese tipo de aliento, quería hacer mi canción pero esa fuerza venía desde él. Un guiño a la confianza-que claramente- no tenía.
También los conciertos de El amor después del amor fueron increíbles y pertenecen a la misma época. Ir hasta el centro ya era toda una aventura y no recuerdo si pedíamos permiso en casa para asistir...lo tengo completamente borrado.
También vi ese show en el Club de Morón y desde la puerta escuché la prueba de sonido. Repetían mil veces el riff de “Trafico por Katmandú”.
Mis maestros, Eduardo Percossi y Claudio Schulkin tienen un puesto primordial en mi Top de alentadores y Villavicencio es el number one. Lo es desde antes de conocerlo en persona. Y Luz de la noche es eso, aliento mutuo y amor a la música.
Para cada persona es distinto. Algunos no necesitan del aliento ajeno, tienen su propio reservorio, y tampoco pueden alentar y no está nada mal.
También hay historias que desalientan tus propios proyectos, quizá porque son muy tristes o despiertan miedos desconocidos. Y otras vidas que te brindan un vigor único.
Si todos tuviéramos una familia alentadora ¿no conseguiríamos nuestros sueños? ¿O todo lo contrario? ¿Nos puede perjudicar el exceso de empuje?
Tampoco quiero caer en ese sentimiento Yanqui indescriptible y digno de programas tales como Extreme Makeover. El ¡tu puedes hacerlo! ¡Come on! Que más que aliento suena a vacío, a falsedad. Aunque ellos se la crean.
Hace unos años conocí a “El Perro” en una calle de Ituzaingo bien temprano por la mañana.
El Perro es el genial Raúl Perrone, otro alentador en mi lista, primordial también.
Ha difundido mi obra incluyendo canciones en películas y compartiéndolas con su entorno. Mueve mágicas energías.
El es el independiente y así vive. Su coherencia es inquebrantable. Su cine es personal, fuerte.
Tiene un taller de cine en su barrio y junto a sus alumnos hicieron los videos de “Luz de la noche” que hace unos días colgué en la Web en:
http://www.youtube.com/user/PerroneLuzdelanoche
Perro querido: para mi es aliento puro este proyecto. Ver lo que otros, miradas que alientan el corazón y oídos que abren los ojos.
Un profundo dialogo entre alentadores. Una cuestión personal.
viernes, 26 de agosto de 2011
Sueño
Hoy tuve un sueño muy raro.
Caminaba sola por una feria parecida a la del Parque Rivadavia. De repente escucho que desde un puesto sale una música genial, hermosa y conocida. Me dirijo a la fuente y descubro que es una canción de Rada Rubén cantada por Matsuda Mio. La pieza es realmente genial. Profunda, alegre y sentida, nada mas se le puede pedir a una canción.
Le pregunto al chico que está sentado junto al grabador donde consiguió el disco porque aún no está a la venta y me muestra una cajita de tapa rarísima sin letras ni títulos. Alega tener un “original” en sus manos-podría ser el master- me dice y sonríe.
Su cara la tengo de algún lugar y pensando con fuerza unos segundos me doy cuenta que es el protagonista de un video que muy amorosa y felizmente para mí Perrone Raúl hizo de una canción de Luz de la noche llamada "Nada de vos".
Le digo al chico-yo te conozco- pero parece no escucharme.
Sufro por la desconexión pero no puedo dejar de acompañar la canción con mi voz y el coro que grabó Fattoruso Hugo me llena de alegría. La canción es “Adiós a la rama”.
Termina diciendo: -me despido de las flores, me despido de su olor…-y así me alejo pensando en volver y en ocultarle a mi amiga lo que pasó.
Ella está en Kyoto ahora, visitando a sus padres. Seguramente nunca vendrá a esta feria y yo tampoco.
Caminaba sola por una feria parecida a la del Parque Rivadavia. De repente escucho que desde un puesto sale una música genial, hermosa y conocida. Me dirijo a la fuente y descubro que es una canción de Rada Rubén cantada por Matsuda Mio. La pieza es realmente genial. Profunda, alegre y sentida, nada mas se le puede pedir a una canción.
Le pregunto al chico que está sentado junto al grabador donde consiguió el disco porque aún no está a la venta y me muestra una cajita de tapa rarísima sin letras ni títulos. Alega tener un “original” en sus manos-podría ser el master- me dice y sonríe.
Su cara la tengo de algún lugar y pensando con fuerza unos segundos me doy cuenta que es el protagonista de un video que muy amorosa y felizmente para mí Perrone Raúl hizo de una canción de Luz de la noche llamada "Nada de vos".
Le digo al chico-yo te conozco- pero parece no escucharme.
Sufro por la desconexión pero no puedo dejar de acompañar la canción con mi voz y el coro que grabó Fattoruso Hugo me llena de alegría. La canción es “Adiós a la rama”.
Termina diciendo: -me despido de las flores, me despido de su olor…-y así me alejo pensando en volver y en ocultarle a mi amiga lo que pasó.
Ella está en Kyoto ahora, visitando a sus padres. Seguramente nunca vendrá a esta feria y yo tampoco.
miércoles, 17 de agosto de 2011
Parte
Enfermedad para mi es sinónimo de soledad. O lo que personalmente necesito.
Seguramente tiene que ver con la infancia o con los modos heredados de nuestras familias.
En mi familia no se celebraba nada y tampoco se sufría. No había lugar para los débiles.
Hoy, recostada en mi cama, me siento mal. El cuerpo está totalmente caído y no hay postura que calme estas sensaciones. Por otro lado, el buen ánimo me guía y acompaña. Es pura ilusión.
Después de leer un rato decidí escribir. En unos minutos debo salir para un programa de radio que me gusta mucho llamado Patologías Culturales y del cual soy oyente. De no ser “la invitada” seguramente lo escucharía acostada y con guitarra en mano.
Es sábado. Hermoso día soleado. Gato acompaña y recibe con alegría que mi cuerpo este quieto. Mi mente, como siempre, corre al pulso maratónico de mis locuras.
Siempre regreso a la misma pregunta ¿como modificar eso que tenemos pegado? Quizá, hacer social mi sentir es imposible pero debe ser más saludable dejar entrar a alguien. ¿No?
Dejarse ayudar o dejarse mimar es el punto. Por ahora no puedo y forma parte de una gran limitación que tengo, una mas entre tantas otras. Escribir sobre esto me ayuda y me expone también pero me juego porque necesito cambiar.
Por la noche vendrán amigos muy queridos a cenar así que debo rebuscármelas para pasar inadvertida aunque su visita seguramente me sane.
Desde aquí puedo ver el cielo. Las nubes pasan, se unen con el viento y me inyectan energía para salir. Quizá afuera mi cuerpo se acomoda. Quizá.
Seguramente tiene que ver con la infancia o con los modos heredados de nuestras familias.
En mi familia no se celebraba nada y tampoco se sufría. No había lugar para los débiles.
Hoy, recostada en mi cama, me siento mal. El cuerpo está totalmente caído y no hay postura que calme estas sensaciones. Por otro lado, el buen ánimo me guía y acompaña. Es pura ilusión.
Después de leer un rato decidí escribir. En unos minutos debo salir para un programa de radio que me gusta mucho llamado Patologías Culturales y del cual soy oyente. De no ser “la invitada” seguramente lo escucharía acostada y con guitarra en mano.
Es sábado. Hermoso día soleado. Gato acompaña y recibe con alegría que mi cuerpo este quieto. Mi mente, como siempre, corre al pulso maratónico de mis locuras.
Siempre regreso a la misma pregunta ¿como modificar eso que tenemos pegado? Quizá, hacer social mi sentir es imposible pero debe ser más saludable dejar entrar a alguien. ¿No?
Dejarse ayudar o dejarse mimar es el punto. Por ahora no puedo y forma parte de una gran limitación que tengo, una mas entre tantas otras. Escribir sobre esto me ayuda y me expone también pero me juego porque necesito cambiar.
Por la noche vendrán amigos muy queridos a cenar así que debo rebuscármelas para pasar inadvertida aunque su visita seguramente me sane.
Desde aquí puedo ver el cielo. Las nubes pasan, se unen con el viento y me inyectan energía para salir. Quizá afuera mi cuerpo se acomoda. Quizá.
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