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domingo, 2 de octubre de 2011

Hielo

Regresando de Ushuaia me encontré con la mujer de hielo.
Hacía años que no la veía y su voz me llegó a lo más profundo.
Tenía ganas de bañarme en vinagre al regresar a casa pero no lo hice. Me atacó la superstición que desde hace un tiempo camina a mi lado.
Antes, para mí, superstición era solo una canción de Pescado Rabioso. Una gran pieza de rock. ¡Esos acordes de guitarra! y la banda, poderosa. Todo el disco es infernal.
Ahora superstición es algo presente y a tener en cuenta permanentemente. Luz y sombra.
Una persona me dijo ayer que ser supersticioso es “un comienzo” ¿un comienzo de qué?
Los encuentros inesperados movilizan, contentan o molestan.
El año pasado caminando por una callecita de Montevideo, pensativa y triste me asaltó el sonido de unas ruedas girando la esquina. Un auto viejo y exótico llamó mi atención y desde la ventana gritaron mi nombre. Detuve el paso y salieron de ese carro un par de amigos con una energía arrolladora. Fue linda sorpresa.
Pero cuando estás en un avión de vuelo doméstico y dos asientos mas allá está sentado el bloque de hielo más grande jamás visto todo cambia.
Estoy hablando de una mujer extraña, indescifrable.
La Patagonia no la asusta, pensé, el frío que tiene ya es inquebrantable y no existe uno mayor. El frío del corazón.
Conocí a esta persona en mi infancia y siempre me llamaron la atención sus comentarios y actitudes.
Ayer no me quedó otra que saludar y conversar. Ella, por supuesto, quería incomodar con el silencio y con sus frases poco inspiradas llenas de psicología barata.
¿Qué le pasará dentro? ¿Nació sin corazón y nadie lo notó?
Me imagino su partida de nacimiento que dice en letra borroneada-persona sin rastros de corazón o alma- origen desconocido-
Es verdad que no hay que darle lugar a estos seres pero para mí es imposible, estoy presa de la superstición.
Me ataca la pregunta… ¿Por qué la encontré aquí en el fin del mundo?
Cuando me di vuelta para atravesar la puerta y correr hacia un taxi sentí en la espalda su mirada letal. Como en la mancha venenosa, ella me manchó con la mirada, la violencia y la indiferencia. Ahora tengo que olvidarme y dormir.
Mañana será otro día y no more hielo.

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