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martes, 20 de agosto de 2013

Regresar a la palabra


Un hermoso día feriado ante mis ojos. Mi alma no puede registrarlo. Mi niño aprovecha el sol y le pide un poquito de compañía para el sueño. Duerme con sol el Juli.
Varias veces me ocurrió que se perdieran los encuentros y saliera a la luz la verdad en un día feriado. Un rechazo de alguien, una tarde en soledad y la calma de una calle que pareciera no parar nunca.
Un feriado para olvidar podríamos decir pero para mí, la persona que nunca olvida, será para recordar.
De niña siempre tuve la sensación de estar perdiendo el tiempo y de adolescente igual, será por eso que no puedo tener ocio, aunque muchos le digan “ocio creativo”. La creación no me llega por relajación, más bien todo lo contrario.
Desde que soy mamá intento organizar mi vida y cada vez es más complicado. Busco y busco y resigno también. La alegría de mi niño es incomparable con cualquier cosa, aunque extraño mucho el silencio y la soledad. ¡Y la guitarra!
Por suerte tuve unas semanas de buena racha lectora. Escuchar música es casi imposible pero leer de a poco vuelve a ser una actividad.
La vida de los otros nunca me interesó mucho, aunque entiendo que cierra el círculo saber sobre algún artista que uno admira. Por otro lado creo bien difícil que te gusten ambas cosas y vuelve la eterna discusión si es mas importante la persona o la obra. Aún sigo inclinándome por amar y no saber, (aunque  creo que la persona completa la obra y viceversa) y más de una vez enterándome intimidades sobre músicos favoritos me sentí mal, por eso pido que no me cuenten.
Hace un año o dos mi querida RB se sacó una foto con Patti Smith. Realmente no la conocía más que de nombre y la cara de mi amiga quedó en mi mente por varios días. La sonrisa era distinta a las de siempre.  La cosa es que estaban en un festival de cine  (creo de Venecia) y para colmo de alegrías aparece Patti y ahí la foto. Me alegré y me alegro por RB, talentosa como pocas.
El librero de mi barrio dio el último empujón a mi decisión y compré su libro “Éramos unos niños” suele pasar que alguien te repite mil veces: hacé tal cosa o escuchá tal otra pero termina convenciéndote un tercero. Alguna vez me gustaría escribir sobre mi librero que resultó ser también el librero de mi nuevo librero (el del barrio) y quizá por eso compré el libro.
Este asunto de la palabra es totalmente personal y suele ocurrirme tener la necesidad de huir frente a la exigencia por tener tal o cual información. Más bien ahora siento que lo único que necesito es tener información sobre mí misma.
El libro sobre la mesa (agotado para mí) Lupis me dice: C es fanática de Patti. Unos días más tarde voy a la casa de C, veo muchas fotos de Patti y le pregunto:-¿sos fan de Patti? ¿Qué me recomendas para escuchar?- C me contestó-recién ahora la estoy conociendo, leí el libro y la amé-
A Julián también le gusta ese libro, lo busca, pasa las hojas alocadamente como sabiendo que mamá estuvo ahí sumergida y quiere saber por qué…
Patti abre su corazón y nos cuenta una historia de amor y de compromiso con el arte. Es musa y es creadora y mamá también.
RB ha sido muy alentadora para mí junto con su niña. 

Yo no creo haber sido musa para nadie pero si deseo crear y  que este día termine en paz simplemente para mañana volver a buscar e intentar.

miércoles, 10 de abril de 2013

FAN




Invitada por Pagina 12 escribi para el suplemento Radar sobre una de mis canciones favoritas.



Domingo, 31 de marzo de 2013
UNA MUSICA ELIGE SU CANCION FAVORITA: FLORENCIA RUIZ Y “JILGUERO”, DE LUIS ALBERTO SPINETTA

Alguien en mi alma

 Por Florencia Ruiz
Mi infancia transcurrió en la casa de mis abuelos maternos, cantando tangos, milongas y canciones populares, acompañada por mi abuelo en bandoneón. Pero siempre con la obsesión y la misión de toparme con la música de mis sueños. Esa que golpeaba fuerte el pecho y que no encontraba en ningún lado, sólo en mi cabeza.
Un día tuve una revelación: tendría que hacerla yo misma. Me había cansado de buscar y, ¡claro!, en los ‘80 y siendo una niña solo llegaba a vos lo que escuchaban tus parientes o amigas.
Comencé inventando canciones, con acordes que dibujaba en el diapasón de la guitarra. Muchos me decían: “Esos acordes no existen”. ¿Cómo que no? ¿Por qué? Nadie supo qué responder y yo seguí y seguí.
Crecí en Villa Luzuriaga, aunque vivía en Haedo. Una práctica muy común en la Villa (y seguramente en otros barrios también) era la de sacar la silla a la vereda por la tardecita. Para mí esto era toda una actividad, y amaba esos ratos compartiendo con los vecinos historias, mates y risas. Mi abuela era el alma de la fiesta y yo quería estar siempre con ella, donde fuera.
Una noche, luego de un par de días sin energía eléctrica, decidimos junto a mi hermano mayor salir a la vereda con la guitarra. Nuestra idea no era conversar ni interactuar con nadie, sólo servirnos de la luz de la noche. Y por suerte la luna estaba grande y cerca, llevándonos a su compás.
Mi hermano Federico es un genio sacador de canciones compulsivo y tiene un oído superior. Por mi parte, componía desde las sombras y escuchaba sobre todo a Charly y a Fito. La guitarra era, para mí, para conectar con el más allá.
Un día mi hermano se aparece con Pelusón of milk. Yo sólo tenía escuchado al Spinetta de La la la y me había encantado: amé su voz y su modo de tocar apenas lo escuché y sentí que la música de Fito crecía muchísimo a su lado. Así que esperé que mi hermano se fuera de la casa (no quería pedirle el cd) para escuchar este nuevo disco, recién salido y con una tapa completamente seductora. Me atrapó instantáneamente. Hay canciones increíbles, ¡lo adoro de principio a fin! Ese es mi comienzo con Luis, por ahí entré a su obra y cada vez que tengo la posibilidad de regalarle un disco a un niño, compro Pelusón.
Vuelvo a esa noche en la puerta de la casa familiar en Haedo. “¡Qué incapacidad! No puedo tocar nada...”, pensé. Es como si tuviera un camino marcado para mis manos y ellas no saben cómo salirse de ahí. Bajo ese pensamiento letal y con una soltura increíble, comencé a tocar y a cantar “Jilguero”. Había leído los acordes en un libro que escribió mi maestro Eduardo Percossi. ¡Lo leí sin guitarra en mano! El libro está buenísimo y es la antítesis de uno que tenía un compañero de división, llamado Aprenda a tocar la guitarra en un día o algo así.
Tocar “Jilguero” esa noche fue la entrada a un nuevo mundo, el testimonio de saber que alguien podía ingresar en mi alma. La letra es demoledora y tiene ese aire folklórico tan personal y amoroso. A partir de ahí podría tocar cualquier canción que quisiera, cosa que no suelo hacer, pero como diría una alumnita que tuve, ya sabés que eso está con vos y lo sacarás cuando lo necesites. Genial filosofía infantil.
Hace justo un año nació Julián, mi hijo. Largo y flaco. El parto fue sigiloso, no podía hablar, estaba poseída por los fantasmas ancestrales del silencio y conectada con lo animal.
La fantasía de ver la cara de tu hijo, de tocarlo, es inmensa. Quería recibirlo con una sonrisa, con brazos fuertes para abrazarlo para siempre. No pude tenerlo inmediatamente: lo llevaron a limpiar y esas cosas de las clínicas. El médico y la partera iban y venían y me alentaban contándome cómo era mi bebé. Y con mi súper oído biónico, oído de mamá, escuché a la partera diciéndole a otro en voz baja: “Dale, dale que la mamá está angustiada, quiere ver ya a su bebé”. Un punto más para la partera Patricia.
Mi marido trajo al niño hacia mí y lo puso en mis brazos. Lo abracé y lo besé diciéndole cositas al oído.
Un rato después, ya en el cuarto, lo puse de frente, lo apoyé en mis piernas y, sin pensarlo, empecé a cantar “Jilguero”. Sus ojitos se abrieron del todo y puso la boca en forma de u. De algún modo, esa fue mi bienvenida a este mundo para mi amado hijo.
El miércoles mi bebé cumplió un año. Y yo vuelvo a “Jilguero”, a la canción y al pájaro, el pájaro con canto alegre. Ese canto que reza y clama y pide por la ilusión. Por la ilusión que no tiene fin.

miércoles, 30 de enero de 2013

ZOO



Recuerdo cuando me sacaron esa foto. Me puse de perfil y sentada frente a la jaula de los leones tomé mis rodillas y como siempre, guiñé mi ojo derecho, nunca pude acostumbrarme al sol. Vestía una remera Hering roja traída por mi tío de Brasil que era mi favorita y como tantas otras cosas amadas terminó siendo trapo para limpiar vidrios. 
No sé qué pasó con esa fotografía  pero el  amor por el Zoológico está en mí.
Muchos sienten tristeza y por eso no van, pero no quisiera abrir esa llave. La tristeza puede ganarle a todo y no es mi intención.
De niña no tuve mascota y mi relación con los animales era temerosa. Quizá porque fui atacada por un perro dogo, quizá por la distancia que había con ellos.
De noche y por la ventana de la cocina entró una gatita. Todos los habitantes de la casa éramos bastante lejanos a los gatos y causó mucho revuelo su llegada.
Fue un invierno muy duro. El invierno del 2000. Llegó un par de días de antes de mi primer concierto, la presentación de Centro.
La gata cambio todo, nos hizo sentir. Trajo calor.
Recuerdo estar esperando para tocar detrás  de unas cortinas pesadas con mi amigo José Aguilar hablando de ella...Que estaría haciendo y esas preocupaciones. La bautizamos Frida porque era muy colorida.
Después de Frida vino Benita y luego Otto, quien vive con nosotros desde hace 6 años y ahora intenta con Julián y su gateo loco hacia a él gritando ¡Otto, Otto!


Una tarde (creo que del 2000) mi amigo Diego me invitó al Zoo de Bs as. Nos copaba la idea de ver animales y caminar al sol, ya el viaje hasta allí era un paseo. Visitar la capital federal no era común para mí. Vivía, estudiaba y trabajaba en la provincia y no tenía necesidad de ir hasta el centro (aunque hablemos de Palermo, todo era centro.)  
Diego tenía entradas gratis que le habían dado en su trabajo y como nos sobraban muchas, decidimos regalarlas. Parados en la puerta elegíamos el destinatario, nos acercábamos y le dábamos los tickets, casi todos fueron a familias numerosas. La gente nos miraba con desconfianza pero una vez adentro del Zoo nos saludaban con cariño.
Lo loco fue que a la semana siguiente de la visita al Zoo conseguimos entradas para un show en la cancha de Morón. Tocaban Los Auténticos Decadentes, Los Pericos y Los Fabulosos Cadillacs y repetimos la acción con mi amiga Marcela. Ella insistía en pedir por lo menos el dinero del remis hasta nuestras casas y regresando en colectivo me reclamó mil veces.-Podríamos estar en un auto flOr, siempre lo mismo con vos-  
Ahí lo vi por primera vez a Minimal y tuve la sensación de que seguiría viéndolo por mucho tiempo más, ayer recordé este concierto viéndolo jugar con Julián, haciéndolo reír e intentando que diera sus primeros pasos en el pasto de la casa de unos amigos en Merlo.


Vuelvo al Zoo y al recuerdo de Kioto (Japón) y la mañana hermosa que pasé. El viento hacía volar y bailar las hojas de sakura, caían como nieve acariciándote. Nunca creí que mi música podría llevarme hacia ese lugar y algo me castigué por haberlo conseguido.
Me encantaría poder ir allí con Julián, es un parque  increíblemente lindo. ¡Muy Japonés! 
   Aun no hemos ido al Zoo con él pero la semana pasada visitamos un acuario. ¡Qué feliz estaba Julián! y aunque sea difícil de creer comenzó oficialmente a aplaudir allí. ¿Cómo no hacerlo en un show de delfines? Fue impresionante, lloré de la emoción.  Son seres que llegan a tu alma en un segundo. Me alegra que mi bebé haya podido encontrarse con ellos.
Hoy vi una foto de Messi en el diario muy sonriente, al unísono es besado por su novia y por un delfín.  ¡Que más se puede pedir!
Unos días antes de parir Villavicencio me habló de un parto asistido por delfines, vi el video y morí. Claro que estoy a años luz de pensar en algo así (a todo nivel).  Y viéndolo entre amigos ninguno creyó que podía ser real. Prefiero pensar que si.
Recuerdo estar leyendo  “Cuadernos de un delfín” de Bornemann en la cama de mi abuela, ella ya dormida y respondiendo mis preguntas, tenía una gran capacidad para responder dormida. Aprendí muchas palabras nuevas con ese libro y me enamoré de Simo, el protagonista de la novela. Y ahora, como él, escribo un diario que es este blog.
Los animales nos ayudan a cerrar el círculo del amor. Muchos temen a ese amor y  a la pérdida. Unos años antes de morir mi abuelo armó un combo: no más velatorios, no más malas noticias, no más mascota. 

Ayer comenzó oficialmente mi actividad musical del año en un ensayo de Zoológico, la primera banda en la que participo cantando canciones de otro músico- compositor-autor, mi amigo Lupis.
Me parece certero el nombre y la música esta buenísima. Es un verdadero proyecto para crecer, espero estar a la altura. Quizá sea la oportunidad de poder mostrarme o de modificar algo en mí. ¡Ojalá!
Julián y Otto se acercan. Uno gatea y el otro tantea. Ríen y juegan, buscan mi mirada.  Tomo  la cámara y los retrato, los congelo en mí y guardo la foto que sin querer acompaña este relato. Vuelvo a la compu canturreando el estribillo de la canción de Lupis “ZOO”: muestra tu ser, muestra tu ser, muestra tu ser. ¡Que así sea!